Propaganda de la utopia. Carolina Rodríguez Escobar


La obra más reciente de Luis Hernández Mellizo presentada en este espacio sigue consecuentemente su obra anterior.  La pregunta conceptual a la que contesta tiene un sinfín de características, dadas por las múltiples disciplinas y técnicas en que se apoya.  Sin embargo, la pregunta es la misma, y no por esto, la respuesta es simple; porque como tal, el valor de esta obra está en las ideas y no en los objetos. Los objetos aquí no tienen valor alguno, este se encuentra más bien en el tiempo y en el espacio ocupado por el quehacer del artista y la relación con su entorno.
Situada y desarrollada en su mayoría en Buenos Aires, la obra no alude a ideologías o partidos políticos, aunque en el inconsciente colectivo Argentino esto sea inevitable, igual Hernández Mellizo se encuentra ahí, en ese espacio y en ese tiempo de la cotidianidad. Así mismo, su obra no busca hacer apologías ante un gobierno en sitio, por así decirlo.  Sin embargo, sería difícil desligar el tema de la preocupación conceptual del deber del artista en la sociedad para entender el que hacer de este a partir de los sistemas de producción y las relaciones que el contexto social define. Como Louis Althousser, lo expone: “Toda ideología representa en su imaginario, necesariamente distorsionado, no las relaciones existentes de producción (y las otras derivadas de esta); pero ante todo las relaciones (imaginarias) de los individuos a sus relaciones de producción y a las relaciones que derivan de ellas. […]Lo que se representa en una ideología, no es entonces, el sistema de las relaciones reales que gobiernan la existencia de los individuos (léase aquí del artista con los espectadores) sino la relación imaginaria de esos individuos a las relaciones reales en las que viven.”  Es así como la obra busca entrelazar el que hacer, como producción de un artista, con el imaginario colectivo en el que sus ideas se dan y el espacio-tiempo en que hoy se presentan: Bogotá, Mayo, 2013.
Mas allá de describir y confrontar o corroborar las intenciones del artista o de la estética de su obra, la invitación es a indagar las condiciones del trabajador ya sea como artista o no. Como diría Ranciere, a verlo como un obrero emancipado y de esta forma hacer de sus espectadores, espectadores emancipados, donde lo que se infiere es ese imaginario basado en relaciones de igualdad. 
UNO, el video que transcurre durante las demostraciones en Plaza de Mayo (Buenos Aires) para el día del trabajo en el 2012,  es el hilo conductor de la exposición. Las imágenes aparentemente superfluas, están cargadas de testimonios simbólicos que refieren al resto de las obras de Hernández Mellizo. Los objetos y las personas que aparecen allí están suspendidas en el tiempo y en el lugar, nada, sino las pancartas develan la intención de la acción que está a punto de pasar.  El video también nos sitúa (a los espectadores) entre la cámara (el artista) y su entorno (lo que filma), evidenciando un trabajo de corte antropológico y sociológico a partir de las relaciones que se dan en este cruce de individuos en sus respectivos espacios y tiempos. 
Así, desde su carácter simbólico y conceptual, la obra cuestiona el carácter utópico del quehacer artístico.

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UNO http://www.youtube.com/watch?v=6CXys50Hv7w